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Shakira sabe que puede salir muy oronda a dar vueltas por el mundo, pero en determinado momento la gira caerá en la Argentina y acá, lo aprendió, debe aterrizar un tanto blindada. Por supuesto que importa lo que vaya a decir sobre la fundación, sus discos y su éxito planetario. Lo que no puede soslayarse es que acá, como en ningún otro lugar del mundo, se le harán preguntas que ella sabe que van a llegar. Nadie la imagina memorizando un discurso, aunque, sí, es innegable que mientras baja las escaleritas del avión que la trae a Buenos Aires, Shakira corrija, retoque, repase y se asesore sobre algunas cuestiones (¿con Aíto?). Por las dudas. Por si se le ocurre charlar con otros medios locales.
Pero aún en tierra azteca (y por teléfono, y con Aíto pegado como una estampilla, y después de una conferencia de prensa donde estuvo Gabriel García Márquez, presidente honorario de la fundación) no se le puede preguntar si su imagen pública no se dañó por estar de novia con el hijo de una de las personalidades más polémicas de nuestra historia. Y menos ponerle el ejemplo de la Bolocco, que rehusó participar del programa de Tinelli por temor al rechazo del público. Además, el tiempo es tirano y Aíto no piensa adicionar ni un minuto de descuento. Bastará decir "Antonito" para que Shakira considere que estamos corriéndonos de libreto y "¡hola, hola, hola!", ¡¿qué pasa con el teléfono?! "


